jueves, 16 de febrero de 2012

Lo conservador de un cambio radical

Voy a argumentar una posición difícil. Y lo es precisamente porque supone reparar o fortalecer lo que ya existe, y en ese sentido creo que es más loable que una postura que propugne destruir y renacer, lo que quiera que eso signifique (y no quiero entrar aquí a discusiones en torno a los términos, los voy a usar tal y como su significado habitual lo sugiere).

Evidentemente la situación actual del mundo brinda elementos para lecturas apocalípticas. Y no es para menos. Todos los días recibimos noticias sobre desastres naturales, conflictos armados, ataques terroristas, profundas crisis económicas, desigualdades al interior de las sociedades que permiten, como señalaba Bauman (Modernidad liquida), que una elite nómada y globalizada dirija un mundo de hombres sedentarios.

Sin embargo, a veces tendemos a sobredimensionar las implicancias y repercusiones de la crisis. En este punto no pretendo que se me malinterprete. No estoy argumentando una postura conservadora pero creo que la situación opuesta, la de los apocalípticos atolondrados resulta igual de inútil. Nada van a lograr quienes están hartos de las injusticias del mundo reposteando la foto de un nativo amazónico llorando porque va a ser desalojado de las tierras que le pertenecen a su pueblo desde hace siglos (deberían saber que esa situación concreta puede ser reformada y transformada a una mejor, usando un arsenal de herramientas de economía, derecho o filosofía política, solo por poner algunos ejemplos).

Intento defender una postura pegada a la tierra, que reforma y reconstruye lo que anda mal. Que sabe que muchas cosas son injustas e indignantes, pero que no se atosiga con imágenes y pierde la perspectiva. Que reconoce que aun con todos sus problemas y desigualdades, no es una candidez sostener que la situación global es mejor que la de tiempos pasados.

Tampoco sostengo una postura determinista. No creo que el mundo se dirija de manera progresiva a estatus superiores cada vez. Pensar ello sería desaparecer el libre albedrio humano para determinar las condiciones de su futuro (o terminar por arruinar los siempre endebles avances).

Pero volvamos a los problemas prácticos, nuestro anclaje completamente necesario para afrontar cada problema a nivel agregado. Para su análisis es indispensable la filosofía, pero es igualmente necesaria la ciencia política, la economía, la psicología, la sociología y cada una de las ciencias exactas y blandas que utiliza el hombre para afrontar sus problemas.

En ese sentido cualquier modelo que reniega de la exactitud de las ciencias sociales, de su matematizacion acrítica, de sus cifras en bruto y con poco análisis peca de dos inconvenientes fundamentales (i) no conoce de forma exhaustiva la literatura de cada una de estas ramas de conocimiento [aquí es bueno recordar las críticas de Mario Bunge a autores como Hayek o Habermas, por su especulación sin anclaje] (así como hay trabajos básicamente estadísticos, hay también muy buenos ejercicios especulativos que no pierden solidez en la argumentación) y (ii) suena a poesía.

Es muy simple postular una deficiencia fundamental en el desarrollo del raciocinio humano durante la historia (el lenguaje dirán algunos, dios otros, el capital un tercer grupo) pero lo difícil es cuantificar esas deficiencias y encontrar alternativas de salida. Cualquier filosofía que pretenda arrancar el problema de raíz simplemente con una gran revolución del pensamiento (de cuyas cenizas nacerán nuevos hombres superiores) se hace deshonrosa heredera de la crítica marxiana a las tesis de Feuerbach sobre Dios (si Dios es producto de la inventiva humana, y si en algún punto nos hemos extrañado frente a esa creación, ¡pues tenemos que deshacernos de ella, así sin más!)

Pero hay un segundo bando de problemas que se originan de adoptar una postura revolucionaria-conservadora (Y sostengo, esto no es un oxímoron); y es que muchas cosas ya han sido dichas, por lo que resulta más constructivo adoptar una postura [dentro de las existentes] y desarrollarla desde una nueva perspectiva (tal vez la que necesite el mundo para mejorar) que pretender haber descubierto la cuadratura del círculo para cada uno de los problemas que nos acongojan.

Un apunte preliminar más al debate. Pretender que una revolución en el futuro (incierto siempre) cambie la manera en la que los hombres se comportan también parte de un desconocimiento sobre lo que sabemos del comportamiento humano. Es nocivo encasillar el saber humano en conocimientos específicos y no promover la interdisciplinariedad (la retórica de los especialistas o de los tecnócratas nos trae el recuerdo de las reformas económicas acompañadas de brutales dictaduras en toda Latinoamérica) pero es igualmente nocivo pretender que porque se hace filosofía ello es excusa para hacer un examen somero y superficial de diversas consideraciones que exigen un conocimiento más profundo y sistemático.

Si la dicotomía se llama revolucionario/Reformista creo que la belleza del término “revolucionario” esconde la verdadera naturaleza de dicha revolución: una especulación placentera que no pasa de eso.

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